Nuestra escuela recibe una población proveniente de distintas instituciones del medio y que cuentan con niveles de conocimientos dispares: existen alumnos con buenos hábitos en general, bien preparados, y otros que presentan actitudes totalmente contrarias que devienen en situaciones no deseadas como abandono, repitencia y deserción escolar. Una de las razones aparentes de este fracaso podría ser la ausencia de un núcleo familiar que sea apoyo y fortaleza, que contenga al alumno y le exija un determinado compromiso con la escuela y por consiguiente con el estudio y todo lo que esto implica: asistencia regular a clases, realización de todas las tareas pedidas, recursos materiales para el buen desarrollo de esto último, etc.
Esto se debe quizá a la situación socioeconómica que nos afecta a todos pero que causa mayores consecuencias en las familias uniparentales o con situaciones poco estables afectivamente aquejando más a sus componentes más vulnerables: los jóvenes.
Los docentes, ante la necesidad de retener a los alumnos se sitúan frente a una posición dilemática por la presencia de dos términos considerados antagónicos: retención escolar y calidad educativa.
Estos términos irreconciliables desde el punto de vista ético, predeterminan las acciones: mucho esfuerzo en conservar al alumno, tratando de mantener un determinado “nivel”, intentar incluir a aquél que de por sí, se siente a disgusto al no poder responder a los requerimientos docentes, porque a nadie le gusta fracasar.
En otro punto los docentes, formados quizá en un ámbito donde imperaban los conceptos de estudio, esfuerzo, sacrificio, se encuentran situados enfrente de los adolescentes que propugnan y proclaman otros conceptos que se tornan irreconciliables con los anteriores: vivir el “ya” como única respuesta a sus inquietudes, pensar que lo que la escuela enseña no sirve para nada, ver el estudio, esfuerzo, sacrificio como una pérdida de tiempo y además sus situaciones familiares particulares, que lejos de ayudarlos guiándolos en una mejor consecución de algún objetivo viable como podría ser “pasar de año” los abandonan a su suerte. Así ellos “hacen lo que pueden” resultando sus esfuerzos muy pobres, con los resultados por todos conocidos: abandono, repitencia, deserción escolar.
Cabe aquí la pregunta: ¿es posible compatibilizar los términos “retención escolar” y “calidad educativa”?